
Ante cada pieza creada y serigrafiada por Guillermina Lynch, se percibe la poética de su ejecución y la arquitectura de un montaje meditado en la belleza, en el sentido en que Stendhal se refiere a ella cuando afirma “la belleza es la promesa de la felicidad”.
Siento ante su trabajo este certero impacto que me lleva a pensar que de otra forma, si no mediara esta orquestación técnico-poética en su manufactura, no podríamos sumergirnos en los ritmos de esas profundidades, donde el manejo de las luces y las sombras, tan excepcionales de sus textiles, lleva a la categoría de lo real-maravilloso y nos permite acceder a ese gozoso orden de la percepción. Sus trabajos operan en esa zona de la materialidad donde la sensualidad de los terciopelos será mutada a otros estados. Aquí se cumple, sin dudas, la metáfora del encantamiento.
Las imágenes de mundos acuáticos, flores, vegetación en superficies y profundidades por donde navegan ornamentos junto con simbólicos peces carpas, trasmutan visiblemente en una sonoridad nacarada, coral, táctil, suave, metálica, acariciable, próxima y lejana, entre un “aquí” y un “allá” de un viaje de la mirada y los sueños.
Guillermina Lynch concibe así la existencia de sus textiles. Creo que alcanza, a través de ellos, la concepción de Mallarmé: no pintar la cosa sino el efecto que ésta produce.
En los espacios de habitar, casa, cuerpo, muros, exteriores e interiores u objetos, quedará su signo envolvente para restablecer desde sus textiles el vínculo con el centro vital de la belleza.
Rosa Skific

Jardines de terciopelo
Veo en mis obras la evidencia de un rastro, mi rastro.
Un rastro que es fruto de búsquedas, pruebas, imaginarios que me permitieron encontrar mi propia metodología de trabajo.
Dentro de este proceso, hay un primer borrador de la posible composición de elementos, un intento de empezar a develar ciertos diálogos entre la materia. Hasta que levanto el shablon e irrumpe una textura inesperada, que obliga una nueva reorganización de esta estructura. Minuto a minuto, se vuelve a reformular. Es decir que en algún punto mis obras están vivas, poseen una vida propia en su pequeño ecosistema que respira, muta, crece. Elementos que tienen que adaptarse y convivir con los otros. Y el carácter lúdico que hay detrás de ello, del efecto sorpresa de notar que donde la tela era lisa, brotó una textura imponente. Es como si estas plantas, flores, peces y ramas lentamente comenzaran a dejar de depender de mí, como una naturaleza en su estado natural, puro. Es divertido pensar la creación de mi obra como la creación de un jardín. Reminiscencias de los jardines que habité en mi infancia, observando y aprendiendo sobre el proceso de las plantas. Un proceso que se desdibuja, ya que la vegetación tiene su propio ritmo, se descontrola, se manifiesta, se “instala” sin pedir permiso. La matriz base se pierde en el terciopelo, la flor se incomoda con la exposición excesiva al sol. Un material que utilizo o una planta muy cubierta que al develarse a la intemperie pierden la tensión.
Pero allí habitan secretos, que deben permanecer ocultos y que caracterizan esta metodología: la escritura secreta que se realiza capa sobre capa y que permanece escondida bajo el pelo del terciopelo y la acumulación de texturas.
Creo que el elemento primordial para la orquesta de todos estos micro universos son mis manos y su contacto directo y constante con el material. En mis trabajos, puramente artesanales, se crea un ritual, una experiencia mística, un mantra, un proceso abierto al devenir. Creo que hay algo único en este vínculo mano-materia, donde primero realizo los dibujos en papel vegetal, utilizando tinta china, e incluso cuando,a veces, el color del terciopelo se obtiene a través de una intervención con tinturas vegetales. En esta dimensión artesanal, la búsqueda de la perfección se encuentra se abandona, la belleza se manifiesta en las diferentes huellas del proceso. De un proceso que pareciera nunca acabar.
Al igual que en la plantación de un jardín, donde el trabajo se realiza agachado, acercando el cuerpo a la tierra, yo trabajo encima del terciopelo, poniendo gran parte del cuerpo sobre él. Y es así, casi a ciegas, pero en pleno contacto con la tela con la que construyo universos mágicos, jardines de terciopelo.

Re apropiación de una técnica milenaria
Trabajo mis obras con serigrafía. Esta técnica de impresión consiste en la reproducción de imágenes sobre materiales, transfiriendo la tinta a través de una malla tensada en un marco. El paso de la tinta se bloquea en áreas donde no habrá imagen mediante una emulsión fotosensible que deja libre la zona donde pasará la tinta.
Esta técnica milenaria se origina en la cultura oriental, en las islas Fiyi, 3000 a. C, donde se utilizaban hojas de plátano agujereadas para así poder distribuir las tintas. Se cree que en la antigua China, se usaban los cabellos humanos entrelazados y laqueados, para sujetar los estenciles. Luego se cambió el material por la seda, dando origen a su nombre: sericum (seda en latin) y graphe (escribir en griego).
En las cavernas de los Pirineos han aparecido muchísimos dibujos realizados con serigrafía. Los egipcios también la utilizaron para la decoración de murales e interiores de templos y pirámides.
La serigrafía se expandió en Europa en el siglo XVIII, con la producción de lienzos para pinturas e impresiones de diseños en tela.
En el siglo XX, la serigrafía se popularizó exponencialmente con el desarrollo de nuevas técnicas y materiales. Carteles de publicidad, remeras, tarjetas y otros materiales fueron realizados en Estados Unidos con esta técnica.
El vínculo entre serigrafía y arte tradicional se da con el pintor Guy McCoy, que comienza el uso de la serigrafía para fines artísticos en el año 1932. La fotografía implicó otro gran salto de popularidad de la técnica serigráfica debido a su versatilidad para imprimirse en muchos materiales con diversos productos químicos.
También, dentro del mundo de la moda, Michael Vasilantone comenzó a usar, desarrollar y vender una máquina de serigrafía para realizar prendas multicolores en 1960.
Andy Warhol es una de las figuras emblemáticas en la historia de la serigrafía como medio artístico. El famoso Marilyn Diptych de 1962 es un gran ejemplo de ello.
Mi vínculo con la serigrafía se marca por una re apropiación de la técnica y una gran pasión por sus implicancias simbólicas. La serigrafía se define como la posible reproducción de una misma imagen hasta el infinito, pero a mi me gusta pensar que jamás es el mismo pez, jamás es la misma flor. A pesar de que se utilice la misma matriz, ella se deforma o desaparece en la acumulación de los materiales. Me interpela su mundo de exploración, donde la lógica de prueba y error desaparece, ya que abunda la riqueza en cada imagen que se obtiene. Comenzó a interesarme experimentar con el terciopelo, y así crear texturas nuevas, lecturas táctiles, universos visuales en la interacción entre la serigrafía y esta tela tan noble, con tanta densidad conceptual.
Abrazo la incertidumbre en este proceso de trabajo marcado por la imagen única y la imagen múltiple.
Realizo los dibujos de la posible imagen, pensando en las múltiples imágenes que pueden surgir, pero sin certeza. Hasta que no levanto el shablon no sé qué imagen se impregnó en la tela. En su caracterización tradicional, la serigrafía es la certeza y la seguridad en la repetición, pero yo la pienso como un juego azaroso y misterioso, con la posibilidad de obtener resultados inesperados e impensados. Dentro de este proceso vital, los shablones se van modificando, rompiendo y gastando. Allí surgen otras figuras que me interesan explorar hasta que finalmente se tapan y desaparecen.
Es ahí cuando cambio la matriz o abandono esa imagen. La cantidad de material y los procesos a los que se someten las tintas al agua dan diversos resultados. Hay una multiplicidad de imágenes únicas.
Hay cuatro elementos con los que estuve trabajando estos años: la flor, el pez, la hoja de nenúfar y las ramas. La combinación entre estos seres y la serigrafía me permitía explorar de manera obsesiva hasta donde continuaban dándome imágenes de cada uno de ellos.
En esta búsqueda de la expansión de la imagen, ¿qué busco? Me gusta pensarla como un interrogante con respecto al límite de la transformación. A partir de una mínima estructura, se puede transformar libremente hacia el infinito.
¿Hasta dónde, entonces, podemos transformarnos sin perdernos?
¿Hasta dónde la expansión evita la pérdida de la identidad?
Junio, 2023.

¿Qué le pasa a los cuerpos cuando se sumergen en el agua? Me acuerdo de esa película de los 80de Ken Russell, Altered States, traducida como “Un viaje alucinante al fondo dela mente”. El protagonista, un profesor de psicología, empieza a experimentar sobre la privación sensorial con tanques de flotación; piensa que nuestros otros estados de consciencia son tan reales como el estado de vigilia. Cuando entra en contacto con el líquido, su cuerpo y su mente se rompen y se transforman en un estado de materia primitiva, un estado del que no se puede volver.
En los terciopelos de Guillermina Lynch los colores se funden en el negro como la piel se expande y se pierde al hundirse en el agua; hay que cerrar los ojos y recorrer con los dedos la superficie suave de sus obras, sentir que los límites se borran, las texturas se derriten y las manchas se empastan. Guillermina es una princesa que se escapa de su cuarto y atraviesa bosques de hojas plateadas y doradas para ir a bailar a una fiesta, para usar su cuerpo y moverlo y que sus órganos y sus pensamientos nunca queden en el mismo lugar, que se deformen de placer. Su obra es ese bosque con brillitos de fantasía, con plantas de guata dorada, lagunas de charol y flores de loto, arboles de hostias que parecen de cotillón, masas amorfas de film plástico como los restos de esa materia primordial, de ese mundo que existe si caminamos descalzos y nadamos de noche.
Catalina Perez Andrade, 2018

El terciopelo: aquel animal que no se puede capturar
En este textil, usualmente asociado a la nobleza y la riqueza, encuentro significados-otros-. Sin perder su belleza inefable,el remanso del terciopelo virgen se transforma en pantano. Un agua que por momentos se carga de animales que bailan en toda la tela, con diferentes grados de densidad a lo largo del textil acuático.
Trabajar con el terciopelo es trabajar con una materia viva, donde yo me adapto a ella. Las luces,sombras y colores cambian de la noche a la mañana, y entonces el terciopelo se vuelve incapturable, como un animal que se resiste a ser dominado. Trabajamos en conjunto, el textil y yo, donde no me impongo, sino que plasmo diálogos que se alteran por las caricias de luces o las oscuridades que se posan en la tela.
Hay algo desafiante y bello cuando a través de mis obras busco llegar a un color que funcione en todas las horas del día, que logre abrazar la poca estaticidad de la tela de la manera más bella y armoniosa posible.
Mil obras respiran en un pedazo de terciopelo.

Empezó a llover bronce
sobre el agua brillante
había una luz de atardecer permanente
que iluminaba de contraluz las flores carnosas y doradas
enredaderas esmeralda se enredaban en troncos plateados
bichitos de diamante salpicaban el agua de la superficie del estanque
donde saltaban pescados majestuosos con aletas largas como pelos rubios
Chapoteando entre los camalotes
los cerezos soltaban sus pétalos
sobre los enormes irupés
que familias de sapitos rosas usaban de islas
empezó a pasar el tiempo
y pasaron cosas
los camalotes dejaron de reproducirse
la nieve se cristalizó
Los corales empezaron a palidecer
crecieron hongos
se gastaron las piedras por el roce del agua
ocurrieron erupciones subacuáticas de azufre
crecieron bacterias alimentadas por los deshechos de los pescados
que no soportaron la temperatura
las anémonas venenosas hicieron crecer algas
que se fermentaban y se pudrían en días
siguió pasando el tiempo
y pasaron más cosas
el estanque se fue secando
quedaron capas y capas geológicas
de restos y rastros fósiles animales y vegetales
huesos de corales
sal seca
barro petrificado
ramas quemadas
sedimentos endurecidos
el fondo oscuro quedó a la vista
formando un paisaje muy peculiar.
Santiago Ortí

La búsqueda de nuevas morfologías
Guillermina Lynch crea piezas que se desprenden de lo real para habilitar fantasías. Envueltas por su aura, cuestionan la ontología de ciertos elementos: ¿qué es la serigrafía?, ¿qué es el bordado?, ¿qué está permitido realizarle al terciopelo?, ¿qué lugar puede ocupar una flor?
En esta fusión de límites que se expanden, surge su técnica: el bordado serigráfico sobre terciopelo. Estos métodos y materialidades se utilizan para representar la gran obsesión de la artista: las infinitas variantes de orquídeas. El cuerpo se protege con estos mantos cuya morfología, sumada a las flores que lo adornan y lo fortalecen, remiten a las túnicas utilizadas por aquellos guías de diversos rituales metafísicos de sanación. El terciopelo se hace uno con ese cuerpo, lo enaltece con su sensualidad e inteligibilidad pomposa. La carga simbólica abraza a su portador, empoderado por las orquídeas que rodean su cuerpo como una enredadera utópica. Ellas, explayadas en tamaños, colores y texturas ilimitadas, buscan un acercamiento a lo divino a partir de la abundancia del barroco, del deseo de sobrar, de cargar esa tela hasta hacerla estallar. Estas flores feroces recuerdan la habilidad de sobrevivir: persistir, adaptarse, mutar, pensar. La orquídea como elemento mágico de transformación, sumado a una morfología perturbadoramente bella que modifica al cuerpo. Un cuerpo que se permite el disfraz y su libertad de imaginación, sintiéndose por un rato un noble, un chamán, un sacerdote, una reina, o simplemente aquello que su deseo curioso le exija, soñando otras identidades. Estos trajes que crea hoy en día evocan a la idea de cuerpo-territorio, que propone un vínculo diferente entre la piel y la naturaleza, una convivencia nueva. El cuerpo, desnudo, se potencia al entrar en contacto con los terciopelos de orquídeas/ las orquídeas de terciopelo, que producen un halo regido por la sinergia, la vitalidad, el movimiento, la sorpresa.
En el trabajo de Guillermina Lynch, a medida que la investigación y representación de estas flores crece y evoluciona, lo mismo sucede con la morfología de sus piezas. Primero fue el tapado, luego la figura comienza a liberarse y aparece el kimono, para hoy culminar con un capullo.

[…]
De chica, Guillermina Lynch encontraba esa cualidad [la belleza] en el contraste entre el agua oscura de los estanques, el brillo dorado de los peces y la carne blanca de las flores que flotaban en él. A ese recuerdo primordial lo tradujo en dibujos que, con el tiempo, empezó a estampar sobre terciopelo. La particularidad de este textil de trama peluda cuya tonalidad varía según la luz con la que se lo mire la cautivó. Y en un intento por develar la capa más profunda de esa superficie sensual y vistosa, Guillermina estampa, quema y corroe la tela, dejando expuesta su fragilidad. Con el tiempo y el uso, los shablones –herramientas fundamentales de la serigrafía artesanal– se van agrietando y el color, entonces, traspasa los límites del dibujo. La flora y la fauna acuática muta, luego se fosiliza y termina convirtiendo a los tapices de Guillermina en un paisaje táctil de capas geológicas y sedimentos salinizados.
Elena Tavelli

Soltar las obras…
¿Qué le sucede al artista antes de que sus producciones partan a su nuevo destino?
Pienso que hay veces donde es más fácil dejarlas ir, a pesar de que podrían seguir siendo trabajadas al infinito. Se trata de reconocer una finalidad para abrirlas a otras miradas.
Otras veces, cuando quizás se produce un lazo más fuerte, me gusta imaginar mi propia convivencia con ese trabajo, fuera del taller, colgado dentro de mi hogar, pensando donde lo colocaría si fuese mío.
Juego con colgarlo en varios rincones de mi casa. Es interesante observar como el terciopelo, soporte característico de mi producción, dialoga y se modifica con la luz de las diferentes horas del día, generando variantes distintas de la obra. Dependiendo del lugar donde la coloco, puedo diferenciar como la obra muta en un espacio con mucha luz, con un fondo diferente.
Otras veces, en algún rincón, se cuela una luz más rasante, quizás inapropiada para apreciarla en su totalidad. Es decir, que los colores y las texturas de las obras se alteran con las diferentes iluminaciones y con los múltiples espacios.
Hay algo reconfortante y bello en verla al pasar, sentir que se establece un diálogo, al menos por un rato, con algo íntimo que se desprende de mí para encontrar su propio camino…
Marzo, 2024.
